lunes, 3 de diciembre de 2007

Veamos si la ley cambia niños

Un acuerdo político que promete calidad

Veamos si la ley cambia niños

Javiera, Francisca y Cristina vivieron en años distintos, pero tienen algo en común: un mismo país, una misma educación.

Por Marcela Torres S.

Cuando la señora Cristina tenía 10 años, estudiaba en un internado, estricto y que no dejaba libertades. Hoy, a la misma edad, Francisca estudia en un colegio particular-subvencionado que la deja peinarse como quiera o hablar, a veces, en clases. Una reforma educacional cambió todo hace treinta años, y hoy está dispuesta a cambiar nuevamente. ¿Es la ley o los niños los que varían? Por lo menos hoy ya hay una nueva ley en marcha para terminar con las desigualdades y mejorar la calidad educacional.

Francisca Alejandra se levanta todas las mañanas, de lunes a viernes, para ir al colegio. Vive cerca y, aunque con sueño, su mamá la despierta. Es buena alumna, un poco conversadora. No le va mal en el colegio, porque su mamá es exigente, no la deja bajar de nota seis. Está desde pre-kinder en el Colegio Inglés San José, y nunca ha tenido mal rendimiento. Javiera Isidora, es su mejor amiga, desde que entraron al colegio a los 4 años. Ella, por el contrario, tiene notas entre cuatro y cinco, hasta algunos rojos, es distraída y un poco dejada, le cuesta despertarse por las mañanas, a pesar de que su mamá la levanta a la fuerza.

La nueva ley educacional, firmada por todos los partidos políticos, busca terminar con estas diferencias. Les da a los padres un papel más importante en la educación, además de que ya no se basa en el rendimiento, sino que va más allá. Busca la calidad educacional, con 6 años de enseñanza básica y 6 años de enseñanza media (dos generales y cuatro diferenciales). Les da autonomía a los colegios, para crear un plan educacional paralelo al del gobierno, otorgándole más autonomía. Otro punto importante, es que los dueños deberán ser personas jurídicas dedicadas a la educación, sin ninguna otra responsabilidad. Se aumenta el financiamiento y se crea el Consejo Nacional de Educación y la Superintendencia para mantener el control de las instituciones.

Marcos Cofré, profesor jefe de estas dos alumnas, es profesor de religión y reciente graduado de psicología. “Los niños son lo más importante para nosotros y siempre buscamos tener la mejor educación para ellos, sean reformas del gobierno o no”, asegura tajante. En su oficina, lleno de papeles y sacando los promedios, se ve preocupado. Muchos pequeños de su curso repetirán el quinto básico, uno de ellos es Javiera. “No conozco la ley nueva, ni tampoco nos han hablado en el colegio de ella. Espero que sea buena”.

Francisca y Javiera tiene las mismas condiciones para su futuro, mismo colegio, misma educación, pero hay algo que las hace diferentes: ellas mismas. Cuando es cosa de estudiar, Javiera o Javi, como le dicen en su casa, pone caras, hace muecas, totalmente dispuesta a no hacer nada. Francisca, no tiene derecho a reclamo, porque sabe y está conciente de que su mamá la sacará del colegio si baja sus notas. La nueva ley pone a los padres nuevos desafíos, tienen mayor rol del que ya gozaban. Si bien, el colegio tendrá más exigencias, éstas tienen que ser apoyadas y complementadas por los apoderados en el hogar.

Por los años 50, Cristina gozaba de pocas libertades. Hoy con 54 años, recuerda que en su internado no la dejaban “ni mover un dedo”. “Los jóvenes de hoy ni se comparan con mis años, cuando no podíamos decir ¡ni pío!”, asegura Cristina que hoy trabaja en el supermercado, en la sección de perfumería. Mientras arregla colonias y manda a las reponedoras, recuerda que cuando estudiaba, eran 6 años de educación básica y 6 años de humanidades, donde elegía su plan diferenciado. Niñas ordenadas, peinadas, calcetas arriba y el largo del uniforme como debe ser, entraban al colegio para educarse. Casi todos los colegios eran municipalizados y los particulares eran pocos y muy caros. “Una ve a las niñitas por ahí, con doce años besuqueándose en la salida del colegio. Antes, nosotras hacíamos eso y nos echaban”, revela con un tono de sorpresa.

Esa ley fue cambiada en los años sesenta por lo que hoy es la LOCE (Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza). Debido a las continuas protestas de los alumnos, el gobierno decidió cambiar esta ley y firmar un acuerdo entre todos los partidos políticos, para que quedara constancia de que la educación chilena va por el buen camino y quiere más calidad.

Marcos Cofré, rendido, se levanta y deja su oficina. “Hay niños con los que ya no queda nada que hacer”, refiriéndose a la repitencia. Javiera, aún no sabe que repitió, de seguro cuando lo sepa o le dará lo mismo o se lanzará a llorar. Francisca pasó de curso, con las mismas condiciones que su amiga, pero ella le puso más empeño a la hora de leer, hacer multiplicaciones y de simplemente, estudiar.

4 comentarios:

Alumnos de Periodismo UCN dijo...

me gusto tu cronica pero falta resaltar mas el tema principal ..aun asi es buena ..suerte

(critica constructiva ..no destructiva)

Francisco Gómez L.

Alumnos de Periodismo UCN dijo...

Muy buena crónica. Me pareció un enfoque interesante, y el valor informativo está marcado. Quizás la frase "Por ahí por los años 50"puede ser dicha mejor, de otra manera, pero por lo general, la encontré muy contundente.
Excelente final, también.

Suerte!!!

Stjepan

Madi Araya dijo...

Marce Cambell, mijita rica:

Buena mezcla de generaciones. y Ojalá que la ley sea buena, y sin desmerecer, ojalá que la Javi no termine siendo una simple perfumera de supermercado como la sra. :/

Me gustó caleta puh logoo (h), tú saby que escribi bakán :)

cariños morena!

La gorda Madi =)

Anónimo dijo...

Muy buena
Creo que la mezcla de las historias generacionales, da entre ver el fuerte problema que arrastra la educación.