domingo, 25 de noviembre de 2007

El dolor no cesa

El dolor no cesa

La vida habitual de un ser humano es cumplir un ciclo que es nacer, desarrollarse, reproducirse y morir, pero en lo que menos pensamos es en esto último. Como no sabemos cuándo llegará para nosotros o para algún ser querido no nos preparamos y ese golpe tan duro para muchos es perder la razón de vivir…

Por Dora Castillo

El sol sofocante, el clima ausente de brisas de aire puro y un paisaje desértico es la panorámica que se aprecia en el cementerio general el 01 de noviembre “el día de todos los santos” al mediodía. Contrariamente en el cementerio San Cristóbal ese mismo día, el sol ilumina el verde y extensión del lugar haciendo lucir los colores llamativos de las flores depositadas en las tumbas de un ser físicamente inexistente, pero emocionalmente presente.

La escena se repite domingo a domingo, la rutina de los asistentes es casi siempre la misma, consiste en llevar adornos para hermosear el sepulcro, limpiar el sitio, relajarse, conversar con los demás familiares, reflexionar un poco y marcharse. El objetivo siempre es el mismo, algunos cambios tal vez pueden ser el tipo y color de las flores, el acompañante, la hora o el ánimo.

Perder al padre

Para Rosa Flores, de febrero del año 2006 hasta ahora el panorama de día domingo o feriados no cambia ni para ella ni para su familia. Indiscutiblemente no es la única que cumple con esta rutina, pero el sabor de la ausencia quizás es distinto, saber que pudo haber evitado la muerte de su padre la desgarró emocionalmente y lucha día a día con la culpa que carga su corazón y su mente.

En unas vacaciones no habituales en ella, se encontraba Rosa con su hijo y su madre en Tucumán (Argentina), lugar de origen, cuando el teléfono sonó y el relato que se escuchaba del otro lado parecía una broma de muy mal gusto y que hubiese deseado jamás escucharla. Se trataba de una vecina comunicándole el fallecimiento de su padre, Aquiles de 64 años, quien habría sufrido un infarto el día anterior y por la soledad del hogar no tuvo asistencia. Su final era morir junto al olor de una casa solitaria y llena de recuerdos que se disiparían con su ausencia inesperada.

“La muerte de mi padre fue como una maldición”, dice Rosa. Le costó tanto llegar a Chile que ni siquiera pudo estar en el velorio de su padre, apenas se enteró hizo sus maletas, lo comunicó al resto de la familia y en ese momento la mudez de sus labios se apoderó de ella.

Luego emprendió su camino de retorno junto a toda su familia de Argentina, pero no había pasajes para Chile en bus, no había más dinero para hacerlo en avión y el tiempo era desfavorable en todo sentido. Llovía y ya había comenzado la cuenta regresiva para el cuerpo de su padre.

Ya embarcada en un bus y con más tranquilidad, depositó su cuerpo en el asiento suspirando y asumiendo lo que se venía, pero eso no era todo, el bus quedó en pana en la carretera y de nuevo se le vino a la mente la imagen de su padre. “Mi papá está enojado, no quiere que llegue, es porque lo deje morir solo”, se dijo Rosa; palabras que día a día retumban en su memoria y pese al tiempo el dolor no cesa.

Luego de tantas hazañas por fin llegó a Chile, se encontraba a unas pocas horas de Antofagasta y a unas horas del funeral de su padre, comandado por una vecina, mientras más cerca del destino final, más se aceleraba su corazón. “Increíblemente mi padre me perdonó, porque dejó que yo llegara 15 minutos antes de que lo sacaran de la iglesia, sin comer, sin dormir solo pedí que me dejaran 5 minutos a solas con él en la iglesia, le pedí perdón, lloré como nunca y la impotencia de estar separada de él, por un vidrio sin poder tocarlo me desvanecí. Se me fueron las ganas de vivir”…expresa.

Un año después, con final feliz

Ya casi ha pasado un año y medio de esta pérdida y Rosa no ha dejado ni un domingo sin ir a ver a su padre al Cementerio General, le lleva claveles blancos y dos rosas rojas para adornar su nicho, “su cara está mas resplandeciente la mente más en paz y su corazón lleno de alegría”, dice su marido quien la acompaña. “Dios me ha dado un regalo y tengo que aceptarlo, en mi vientre llevo a mi pequeño Aquiles, que me ha llenado mucho el vacío que me dejó mi gran Aquiles, pero ese vacío aunque pasen mil años no cesa”, declara Rosa…

2 comentarios:

Alumnos de Periodismo UCN dijo...

Me gusto la idea que tuviste de ir separando la crónica por capítulos porque así se hace más ordenada la lectura, lo que si voy a criticarte es que encontré algunas repeticiones de palabras, pero nada más, el resto esta bien, creo que eso se aprende con la práctica.
Te felicito vas muy bien.

Jimena Herrera

Alumnos de Periodismo UCN dijo...

cata

Me gudtó harto pero derrepente sentí que decias lo mismo, repetiste un poco las palabras.
pense que el final seria mas emocionante, sigue asi

persevera!