lunes, 26 de noviembre de 2007

Chilenos llegan en masa a cementerios del país

FLORES PARA TODOS

José Flores no pone en duda la autopsia que se le practicó a su hijo, sino del cómo fueron los hechos que llevaron a la muerte a su primogénito

Por Rodrigo Ramos Galleguillos

Ni el imponente sol del 1 de noviembre es un impedimento para que cientos de familias vayan a ver a sus parientes y amigos fallecidos a lo largo del país. Calama no fue la excepción y congregó alrededor de 20.000 asistentes a los diferentes cementerios de la ciudad para visitar a sus seres queridos en El Día de Todos Los Santos.

Juana Mamani sabe de stress en esta fecha y sobre todo de cómo atender al público que llega, algunos con un evidente apuro por comprarle lo que sea para dejar y otros que se dan el tiempo de indicarle el tipo de flores que quieren y así formar un lindo ramo. Es dueña de uno de los tres puestos que está habilitado para vender flores y golosinas a las afueras del Cementerio Topater en la ciudad de Calama, es clara en decir que de los 365 días del año, El Día de Todos Los Santos es la que le trae más ganancias. Esto porque los fieles no paran de llegar y como se ha hecho una tradición, prefieren comprar estando ahí mismo y dejando un poco de lado comprar en florerías o en el mercado del centro.

Esta es la primera vez que la señora Maria Rojas va a dejarle un par de flores y conversarle un poco a su hijo Víctor para un día de todos los santos, el joven oriundo de Calama falleció el 20 de noviembre de 2006, en un extraño incidente en la ciudad de Antofagasta, donde él estudiaba y trabajaba a la vez. El cuerpo fue encontrado por un conductor de la locomoción colectiva en la intersección de las calles Salvador Reyes con Miguel Carrera, sector llamado popularmente "Avenida Brasil" alrededor de las 7 de la mañana. Las interrogantes son muchas para la familia del calameño, quienes no se conforman con la respuesta que les dio el Servicio Medico Legal, ya que la autopsia arrojó que su muerte se produjo por una riña, aparentemente por un asalto, la posterior golpiza al joven y lapidando el hecho con su caída y golpe en la zona del cráneo, lo que se denomino “muerte súbita”.

José Flores no pone en duda la autopsia que se le practicó a su hijo, ya que fue clara en su resultado, sino del cómo fueron los hechos que llevaron a la muerte a su primogénito y de cómo la justicia aun no puede esclarecer el caso, que hasta hoy sigue siendo un misterio.

Víctor trabajaba a tiempo completo en un local cervecero del centro de la ciudad, ya que hacía poco que había congelado sus estudios de derecho en la Universidad Católica Del Norte y se preparaba para retomarlos el siguiente semestre. Por esto necesitaba dinero para poder pagar la pensión donde vivía y ahorrar lo que se pudiera para ablandarle la carga a sus padres. El día anterior a su deceso había salido a tomarse unos tragos con un compañero de trabajo, el mismo con quien caminaba por Avenida Brasil y el mismo que apareció días después del fallecimiento a constatar lesiones y mostrándose algo esquivo a declarar a las autoridades. Esta actitud del compañero es la que más levanta sospechas de los padres del calameño, quienes no quieren culparlo a él o hacerlo cómplice, pero son claros al decir: “el que nada hace, nada teme”.

Aún no pierden las esperanzas de saber cómo sucedieron los hechos, para así terminar con la angustia e incertidumbre que los ha tenido durante un año completo en la más completa interrogante. Éste y muchos otros casos son comunes en nuestro país, la gente ya no confía en la justicia ni en su actuar y queda demostrado en este tipo de casos. Como lo han sido asesinatos que quedan impunes y la reciente ola de feticidios, que ya lleva más de 50 muertes de mujeres, señala José Flores

domingo, 25 de noviembre de 2007

Fin de las crónicas del 1 de noviembre

Estimadas y estimados:

Terminamos aquí la publicación de las crónicas informativas sobre el 1 de noviembre. Creo de verdad que se ha logrado, en general, un muy buen trabajo. Ahora corresponde el trabajo arduo para el C-05, con los respectivos temas que se asignaron en clases. Les sugiero no dejar de hacer el mapa de conjeturas para ir aterrizando los temas a la idea de investigación que se transformará en historia.

Destaco el trabajo de todos los que publicaron y espero que mantengan el buen nivel hasta ahora mostrado. Es importante aceptar las críticas de manera constructiva y como una instancia de aprendizaje. Como periodistas lo viviremos a diario. ¡Felicitaciones a todos los que participaron!

CONSIDERACIOES PARA LA ENTREGA DEL C-05

- La extensión de la crónica será de 60 líneas máximo.
- Considerando las pruebas que tienen fijadas, la entrega se posterga hasta el viernes 30 para ambos paralelos.
- Junto a la crónica (que se publicará directamente al blog), se debe entregar el mapa de conjeturas y una noticia impresa que se dejará en el casillero hasta las 19.00 horas en punto. La no entrega de cualquiera de estos elementos significará la nota mínima.
- Recordar la dinámica: del tema a la idea-de la idea a la historia para la crónica de acuerdo a los temas asignados, y de frente periodístico para noticia. Ej:
Tema: Alza de precios
Frente: Economía
Esto significa que la noticia puede no ser de exactamente lo mismo que la crónica.
Para el caso de la noticia deberá contar con un epígrafe, título, bajada (optativa), lead, 2 párrafos, 1 fuente.

SUERTE A TODOS Y FUERZA EN ESTA ÚLTIMA SEMANA.

Conmemoración día de todos los santos

Cada mausoleo es una historia de vida

El mausoleo del Círculo Social Obrero acoge a trabajadores de diversas mineras de la región, creando instancias para compartir y luchar por los derechos de éstos.

Por Constanza Caldera Pfeiffer

Es otro primero de noviembre donde la familia Pizarro Silva se reúne para visitar a sus deudos, pero para ellos acudir al cementerio no es tan sólo una instancia al año, sino que la señora Adriana Silva, madre de tres hijos, acude todos los fines de semana, en especial los sábados por la mañana a visitar el féretro de su amado esposo, el señor Reinaldo Pizarro, quien falleció hace casi diez años, producto de un cáncer terminal.

El señor Pizarro, trabajó durante años en una minera cercana a la ciudad de Calama, sólo viajaba los fines de semana a Antofagasta para compartir con su familia, siempre veló por los derechos de los obreros por ello que con su esposa formó el Círculo Social Obrero, institución que otorgó a los mineros una vida más digna abriendo instancias de entretención e interacción para defender los derechos de éstos, para ello reunían fondos, a través de colectas y actividades solidarias, con el objetivo de construir un mausoleo propio, donde los pertenecientes al sindicato dieran cristiana sepultura a sus seres queridos.

“Debíamos custodiar el bienestar de los mineros de Antofagasta, pues merecían un salario digno y un buen trato, además de espacios de esparcimiento, por ello es que pensamos en el futuro de cada uno de ellos, una muerte digna era fundamental, pues siempre creíamos que nuestra sepultura será nuestra última morada”, relata la señora Adriana Silva.

Silva cuenta que la institución ha cobijado a diversas familias, y que antiguamente, se organizaban fiestas bailables en restoranes, actividades que buscaban fomentar la vida social de los trabajadores obreros de la ciudad y de otorgar sitios de dispersión. Ella junto a su marido, fueron por mucho tiempo tesoreros del sindicato, recolectando los fondos mes a mes, organizando además actividades que les proporcionaran ingresos extras.

El Círculo Social Obrero fue fundado en 1948 y contó desde sus inicios con un sistema de cuotas por inscritos, de ésta forma se aseguraba un ingreso fijo que permitiera la realización de actividades que colaborarán con el ahorro de fondos para la edificación de un mausoleo propio en el Cementerio General de Antofagasta. A través de esta iniciativa se convirtió en una de las primeras fundaciones que buscaban custodiar los derechos de los trabajadores de la ciudad.

El sindicato aún existe y está ubicado en calle Matta, la sede ha visto decaer a sus asistentes en las últimas décadas, la que ha aumentado sus requisitos de adhesión en los últimos años, pues la señora Adriana plantea que el Círculo Obrero Social ha puesto más barreras para inscribirse, ya que antiguamente muchas personas abusaban de los beneficios que concedía la institución y se adherían para encontrar un sepulcro seguro y a bajo costo, por lo que actualmente la fundación exige exámenes médicos en donde se compruebe la inexistencia de alguna enfermedad, acogiéndose en su mayoría a personas que no superan los cuarenta y cinco años de edad.

Dolor de una muerte esperada

Dolor de una muerte esperada

“Perder a un familiar y saber que su muerte es inminente, es una pena interminable que empieza a suceder antes de que el suceso ocurra. “Es algo extraño, pero es una sensación que no se puede evitar...”, explica Meibu Flores.

Por Carlos Luz Aguilera.

Son las dos de la tarde de un día sábado que refleja que será un día despejado. Aproximándonos al mes de noviembre, la familia Ramos Flores, recibe de forma inesperada una llamada. Era el aviso menos deseado, pero el más esperado. La muerte del ultimó tío que quedaba con vida por parte de la madre. Salieron todos angustiados y congojados con la noticia y solamente atinaron a ir al lugar donde toda la familia se reuniría para velar a su ser querido.

Su muerte ya venía pesando en la familia muchos meses atrás, padecía cáncer al riñón y no tenía recuperación alguna. Jorge Flores de 78 años era el más tranquilo y se veía armonizado con una paz interna, sabía lo que le deparaba el destino, la muerte, pero no como él deseaba.

1 de noviembre, y la familia reunida con rareza y nostalgia por estar viviendo una situación que esperaban que sucediera en un tiempo más prolongado, realizan una peregrinación de amor por su ser querido, donde viajan a San Pedro de Atacama, lugar donde Jorge Flores vivió la mayor parte de su vida. Luego acuden al Cementerio General, donde está sepultado con los demás parientes generacionales, en él rezan y adornan el mausoleo con flores hechas por la sobrina mayor de 56 años, Meibu Flores. “Es sacrificado lo que hacemos pero lo hacemos con amor, y es lo mínimo que podemos entregarle hoy a mi tío”.

La señora Meibu recuerda cuando era pequeña, su tío venía a buscarla a ella y su hermano para llevarlo a su casa, para que jugaran con sus primos. “Eran horas y horas de juego, era feliz”, dice emocionada, antes de entrar para adornar su mausoleo de flores blancas y rojas, que representa paz y amor, dice la nieta mayor Alejandra Ramos (36). Ya son las tres de las tarde y el calor es desesperante, así lo siente la familia. Deciden salir a comer un bocadillo, y volver en dos horas más para estar los últimos momentos con su tío y los demás difuntos de la familia.

Vuelven serenos y risueños al cementerio general, como si la muerte del tío Jorge, fuera una inesperada excusa para que la familia se juntara y los lazos se unieran más fuertes que nunca. Ya empieza el sol a esconderse, y los cuerpos empiezan a mostrarse fatigados y cansados de una día agitado física y emocionalmente. Se van retirando del lugar, los más viejos con una actitud de pasividad, y los más pequeños se muestran cansados, pero el ambiente automáticamente los hace que muestren respeto por el momento y no se quejen como en un día normal.

Este es el comienzo de una nueva tradición de la familia Ramos Flores, de honrar a su tío y a los demás parientes que ya nos tan con ellos, peregrinando a San Pedro y luego al cementerio general, toda una iniciativa de amor y unión en la familia. Eso espera y enfatiza con las voz tiritando y una lágrima en los ojos Meibu Flores. “Mi tío un día me dijo: ‘algún día toda la familia se reunirá y la razón seré yo’, y así fue”, expresa emocionada, caminando serena y pasivamente a su hogar.

El dolor no cesa

El dolor no cesa

La vida habitual de un ser humano es cumplir un ciclo que es nacer, desarrollarse, reproducirse y morir, pero en lo que menos pensamos es en esto último. Como no sabemos cuándo llegará para nosotros o para algún ser querido no nos preparamos y ese golpe tan duro para muchos es perder la razón de vivir…

Por Dora Castillo

El sol sofocante, el clima ausente de brisas de aire puro y un paisaje desértico es la panorámica que se aprecia en el cementerio general el 01 de noviembre “el día de todos los santos” al mediodía. Contrariamente en el cementerio San Cristóbal ese mismo día, el sol ilumina el verde y extensión del lugar haciendo lucir los colores llamativos de las flores depositadas en las tumbas de un ser físicamente inexistente, pero emocionalmente presente.

La escena se repite domingo a domingo, la rutina de los asistentes es casi siempre la misma, consiste en llevar adornos para hermosear el sepulcro, limpiar el sitio, relajarse, conversar con los demás familiares, reflexionar un poco y marcharse. El objetivo siempre es el mismo, algunos cambios tal vez pueden ser el tipo y color de las flores, el acompañante, la hora o el ánimo.

Perder al padre

Para Rosa Flores, de febrero del año 2006 hasta ahora el panorama de día domingo o feriados no cambia ni para ella ni para su familia. Indiscutiblemente no es la única que cumple con esta rutina, pero el sabor de la ausencia quizás es distinto, saber que pudo haber evitado la muerte de su padre la desgarró emocionalmente y lucha día a día con la culpa que carga su corazón y su mente.

En unas vacaciones no habituales en ella, se encontraba Rosa con su hijo y su madre en Tucumán (Argentina), lugar de origen, cuando el teléfono sonó y el relato que se escuchaba del otro lado parecía una broma de muy mal gusto y que hubiese deseado jamás escucharla. Se trataba de una vecina comunicándole el fallecimiento de su padre, Aquiles de 64 años, quien habría sufrido un infarto el día anterior y por la soledad del hogar no tuvo asistencia. Su final era morir junto al olor de una casa solitaria y llena de recuerdos que se disiparían con su ausencia inesperada.

“La muerte de mi padre fue como una maldición”, dice Rosa. Le costó tanto llegar a Chile que ni siquiera pudo estar en el velorio de su padre, apenas se enteró hizo sus maletas, lo comunicó al resto de la familia y en ese momento la mudez de sus labios se apoderó de ella.

Luego emprendió su camino de retorno junto a toda su familia de Argentina, pero no había pasajes para Chile en bus, no había más dinero para hacerlo en avión y el tiempo era desfavorable en todo sentido. Llovía y ya había comenzado la cuenta regresiva para el cuerpo de su padre.

Ya embarcada en un bus y con más tranquilidad, depositó su cuerpo en el asiento suspirando y asumiendo lo que se venía, pero eso no era todo, el bus quedó en pana en la carretera y de nuevo se le vino a la mente la imagen de su padre. “Mi papá está enojado, no quiere que llegue, es porque lo deje morir solo”, se dijo Rosa; palabras que día a día retumban en su memoria y pese al tiempo el dolor no cesa.

Luego de tantas hazañas por fin llegó a Chile, se encontraba a unas pocas horas de Antofagasta y a unas horas del funeral de su padre, comandado por una vecina, mientras más cerca del destino final, más se aceleraba su corazón. “Increíblemente mi padre me perdonó, porque dejó que yo llegara 15 minutos antes de que lo sacaran de la iglesia, sin comer, sin dormir solo pedí que me dejaran 5 minutos a solas con él en la iglesia, le pedí perdón, lloré como nunca y la impotencia de estar separada de él, por un vidrio sin poder tocarlo me desvanecí. Se me fueron las ganas de vivir”…expresa.

Un año después, con final feliz

Ya casi ha pasado un año y medio de esta pérdida y Rosa no ha dejado ni un domingo sin ir a ver a su padre al Cementerio General, le lleva claveles blancos y dos rosas rojas para adornar su nicho, “su cara está mas resplandeciente la mente más en paz y su corazón lleno de alegría”, dice su marido quien la acompaña. “Dios me ha dado un regalo y tengo que aceptarlo, en mi vientre llevo a mi pequeño Aquiles, que me ha llenado mucho el vacío que me dejó mi gran Aquiles, pero ese vacío aunque pasen mil años no cesa”, declara Rosa…

Las dos caras de un nacimiento

“Amar a un hijo y no tenerlo, tener un hijo y no desearlo”

Las dos caras de un nacimiento

La dramática experiencia de perder un hijo cuando es lo que más se ha deseado en la vida, y la desgarradora crueldad del abandono de menores; las dos caras de un nacimiento, realidades presentes en el Hospital Regional de Antofagasta.

Por: Elizabeth Vaca Carmona

A las nueve de la mañana, Maritza llegó de Santiago después de más de 20 horas de viaje. A pesar de su avanzada edad y su delicada condición de salud, como todos los años realiza el desgastador viaje para poder visitar en el Cementerio General de Antofagasta, a las dos personas que más a amado en su vida. Después de tomar desayuno en el mercado de la cuidad, llega al campo santo cargada con materiales, flores y sobre todo, con un corazón lleno de sentimientos encontrados.

El primero de noviembre es una de las fechas mas esperadas para Maritza Carrasco (59), ex funcionaria de la unidad de neonatología del Hospital Regional de Antofagasta. Como cada año, desde 1985 visita sagradamente en esta fecha a su primer y único hijo Juan Pablo, con el que sólo alcanzó a compartir un par de horas. Después de largos 9 meses de espera, y con el alma llena de ilusiones por la espera del primer hijo, Maritza recibió la noticia que cambio su vida para siempre, la llegada de su hijo no fue como soñaba, el pequeño solo vivió unas horas, las más hermosas de su vida como relata la ex funcionaria.

Tratando de reponerse de la irreparable pérdida de su hijo y de la separación de su marido, salió adelante con su vida, superó la depresión que por mucho tiempo la mantuvo en un profunda soledad, y se refugió en la labor que por años le permitió entregar todo el amor, cariño y preocupación que no puedo brindar a su propio hijo.

Durante sus años de trabajo como enfermera de la Unidad de Neonatología del Hospital Regional de Antofagasta, Maritza vivió un sinnúmero de experiencias que no olvidará. Señala que trabajar con niños recién nacidos es un desafió, mas aún cuando se tiene la experiencia de haber perdido un hijo, “es inevitable recordar sobre todo cuando ves lo injusta que es la vida”, afirma la emocionada mujer, mientras termina de pintar el nicho, en el que no solo yace su hijo Juan Pablo.

“Ángel: nacer y no ser deseado”

Maritza recuerda que el 9 de diciembre del año 1996, asistió el parto de una joven madre antofagastina menor de 18 años, la mujer dio a luz un varón, que al igual que su hijo nació con serios problemas de salud, una cardiopatía congénita y síndrome de Down, al día siguiente del parto, la joven tomo la drástica decisión de abandonarlo en el hospital.

El abandono de menores en el Hospital Regional de Antofagasta no es una situación aislada, en el caso de los recién nacidos, la mayoría de las veces son rechazados por sus madres por venir al mundo con problemas de salud, o a causa de la propia irresponsabilidad de éstas, ya que gran parte de los menores son hijos de mujeres jóvenes y fruto de embarazos no deseados.

También hay pequeños que han ingresado al hospital por distintas razones y sufren de igual manera el abandono de sus padres. Una vez que están en esta situación las cosas son complicadas, por lo general permanecen en el recinto durante largos periodos, ya que las instituciones del sename que deberían acogerlos en su mayoría se encuentran colapsadas, incluso en el caso que exista una posible adopción los trámites legales para que esta se concrete, requieren mucho tiempo y por lo general suelen ser engorrosos, lo que es un grave error ya que existen muchas familias que desean adoptar a estos niños, comenta Carlos Martínez, pediatra del centro asistencial de Antofagasta.

El caso revivió en Maritza la experiencia vivida con su propio hijo, lo que hizo que ésta tomara un cariño especial por el menor. A pesar que los pronósticos médicos indicaban que el recién nacido no viviría mucho tiempo, su vida se prolongo por dos meses. Durante este tiempo los funcionarios de la Unidad de Neonatología le tomaron mucho cariño, especialmente Maritza, quien pasaba la mayor parte de su horario de trabajo brindándole cuidados especiales y entregándole todo el afecto de madre que nunca le pudo dar a su propio hijo.

Antes que el pequeño falleciera, fue bautizado como “Ángel” en las dependencias del Hospital Regional, donde vivió durante toda su corta vida. La ex funcionaria de dicho establecimiento fue la madrina del menor y tras su muerte decidió sepultarlo junto a su hijo.

“Perder un hijo es algo muy doloroso, yo diría que el dolor más triste que una mujer puede sufrir en la vida, un hijo como venga al mundo hay que quererlo y amarlo sobre todas las cosas, por que ser madre es el regalo más preciado que te puede dar Dios; por eso para mi fue muy doloroso ver como esa niña dejó a “Ángel” a su suerte en el hospital”, se lamenta Maritza, con los ojos llenos de lágrimas, mientras pone en el nicho una nueva placa que lleva el nombre de los dos menores y en la que se destaca la frase; “siempre estarán en mi corazón, con amor para los tesoros de mi vida”.

Mientras guarda sus cosas para retirarse, se apena al tener que despedirse. Espera estar bien de salud para venir el próximo año a visitar a tus “tesoros” y que las condiciones económicas le permitan viajar como lo hace todos los años desde que se fue de Antofagasta, a causa de una avanzada artritis, que no le permitió seguir trabajando y tampoco seguir viviendo sola.

Ahora vive en Santiago en compañía de su única hermana, quien incondicionalmente ha cuidado de ella desde entonces.

viernes, 23 de noviembre de 2007

Flores de sudor y lágrimas

Día de todos los santos

Flores de sudor y lágrimas

Sonia Espinosa trabaja hace 17 años vendiendo flores en el Cementerio General de Antofagasta, con la festividad se incrementan las ventas pero también lo hace el trabajo.


Por Maria José Irribarren Turis

La jornada había iniciado como nunca, Sonia Espinosa se levantó a las seis de la mañana por lo que no tuvo tiempo para desayunar, la fatiga se apodero de la anciana por lo que tomó un descanso entre los claveles, lilium y rosas de su pérgola para comer.

Sonia tiene 65 años y hace 17 que trabaja en el Cementerio General, puede decir con propiedad que el uno de noviembre es una fecha especial para vender flores “la mejor de todo el año”, más que el día del padre y de la madre donde vienen muchos deudos, pero nunca como el Día de Todos los Santos. “Las personas se acercan como hormigas a ver a sus familiares y cercanos, les llevan flores para expresar su cariño”, dice.

Las flores se encargan al interior de Iquique y Arica con antelación para que lleguen el 30 de octubre a la ciudad. Sonia relata que lo primero que se hace es descargar las flores en la casa para luego armar los ramos y verificar que estén bonitas para la venta. Las predilectas son los claveles porque son los más económicos para la mayoría, “por mil quinientos pesos se pueden llevar media docena”, dice mientras atiende a un hombre que recurre a su puesto. "No hay un color que sea el mas vendido, cada deudo lleva lo que mas le gusta", señala.

El Uno de Noviembre, el trabajo es arduo, de hecho sin la ayuda de su sobrina, Andrea Espinosa (16), Sonia no daría abasto para cumplir con las tareas que implica estar todo el día de pie atendiendo a los clientes. “Siempre tenemos que tener cuidado de dar boleta a todos, hoy (el uno) un fiscalizador del servicio de impuestos internos me pasó un parte porque no le había dado boleta, pero no fue así , no comprendió que me cuesta atender a las personas con rapidez ,entonces me quede con la boleta hecha y con un parte que tengo que pagar”, se lamenta Sonia.

Sonia se defiende diciendo que a los fiscalizadores les pagan por comisión y mientras más partes saquen más ganan. Por eso en las festividades como el primero de noviembre "andan fiscalizando como locos", agrega.

La jornada transcurre rápido entre los deudos y los vendedores ambulantes que deambulan por los puestos; cae la noche y Sonia cierra su puesto exhausta, se sienta a esperar el colectivo para volver a su casa a trabajar otra vez, armando los ramos para el día de Todos los Muertos. Comer y dormir para reiniciar la jornada a las seis de la mañana... para vender flores en el cementerio general.

jueves, 22 de noviembre de 2007

La muerte en "Traje de gala"


La muerte en “traje de gala”.

Como todos los años, la sociedad calameña –al igual que la de todo Chile- olvidó otro día más sus problemas para responder al llamado mediático y acudir a visitar a sus seres queridos ya fallecidos, para luego echarlos al olvido el resto del año sin cargo de conciencia. Pero existen quienes dan un sentido diferente al día de todos los santos… Sus “festejados”: Gatos, perros, canarios, tortugas y demases.

Por Cristian Reyes Herrera.

“ Mañana todos al cementerio” señalan con sonrisa cuasi comediante los periodistas del noticiario central, después de una tanda comercial en donde se llama a vivir “el lado coca -cola de la vida”. Es que no se espera un día cualquiera en Calama y en todo el país. Maltratados y pobres ciudadanos, dejen su vida de lado, olviden sus problemas... Porque después de los niñitos “halloween” mostrando la sumisión infantil (y por ende de los futuros gobernantes) al imperio yankee durante la noche, queda la celebración para recordar un día en el año, no faltaba más, a los fieles difuntos.

Y como buen país que tiene un día para recordar cada cosa y que la echa al olvido el resto del año, era necesario mostrar un toque diferente. Protagonistas mediáticos absolutos, ante la fecha especial los cementerios cumplieron. Lucen como nunca en el resto del año: radiantes, limpios, floridos… y comienzan desde temprano a llenarse de gente y vendedores de todo tipo que aprovechan una nueva fecha consumista para ganar algunos pesitos extras y aliviar sus bolsillos tan azotados por los vaivenes económicos del Chile Neoliberal. “De TLC no vivimos nosotros hijito” señala Sandra, una abuelita de rasgos altiplánicos que se encuentra en las afueras del cementerio municipal.

Pero mientras lo previsible ocurre en los cementerios más tradicionales de Calama, existen otros que también aprovechan de saludar a sus deudos, aunque no sean precisamente humanos. Poco antes de llegar a la ahora desierta Chuquicamata, en el resbaloso camino estabilizado con sal por donde transitan gran cantidad de camiones de alto tonelaje y trabajadores que van con rumbo a Radomiro Tomic, es posible encontrar un pequeño desvío hacia el cementerio de animales, lugar poco conocido, pero que también recibe visitas de personas que con tristeza recuerdan la compañía de sus mascotas, por muchos consideradas mucho más fieles que los propios humanos.

Entre los concurrentes está Camila, una hermosa niña de sólo 5 años que llora desconsoladamente.“El vecino le tiene mala a mi papá y le dio veneno a mi gatito” dice con tierna voz infantil y sus ojos empapados en lágrimas, mientras Jazmín, su madre, intenta consolarla.

El “Jaspeado” tenía cerca de cinco años y la pequeña Camila creció junto a él. Pero un día llegó a la casa enfermo. Luego lo de siempre; primero, un veterinario les cobra alrededor de $10.000 para diagnosticarlo mal; luego, farmacias que no gastaron un peso en capacitación de su personal, el cual por lo mismo no tenía la menor idea de donde encontrar vitamina K y finalmente una agonía lenta y dolorosa hasta el desenlace fatal inevitable.

En otro sector del cementerio de animales, se encuentra un grupo de 8 jóvenes que aseguran ser miembros del Comité de Defensa del Medio Ambiente de El Loa, quienes planean también limpiar el lecho del río. “Si no lo hacemos nosotros, ¿quién?” expresan entre sonrisas. “Sabemos que es obligación de la municipalidad limpiar nuestro río y proteger a los animales y el medio ambiente de Calama, pero no lo hacen, prefieren gastar el dinero en otras cosas” –señalan- “quién sabe que será” añade un pequeño con picardía, mientras dibuja en la tierra una figura que recuerda a la célebre ‘pichuleta’ de Calama (una pileta cuya forma es asemejada con la de un pene) ubicada en el paseo Ramírez y en la cual el municipio gastó la no despreciable suma de 35 millones de pesos; al menos en teoría.

Los jóvenes buscan relatos de personas que hayan tenido que lamentar el asesinato por parte de la municipalidad de sus mascotas, producto de una política de exterminación de perros vagos, campaña que fue profusamente apoyada también por diario “El Mercurio”, que en su editorial no tomó en cuenta los innumerables comentarios en contra de la matanza colocados en su propio foro de “opinión ciudadana”. “No pongai mi nombre en la noticia sipu, porque el alcalde nos va a querer funar después” (sic) -dice una de las chiquillas del grupo mientras se despiden.

Alrededor de las 7.30 de la tarde la ciudad ya está emprendiendo el éxodo masivo rumbo a casa; las pequeñas calles de Calama lucen como hace tiempo ya, atochadas...vuelta a la rutina. Las telenovelas, como todos los días, haciendo su trabajo de generar emociones ajenas para que la gente se olvide por un rato de que su vida sigue igual al día anterior. Luego llegan las noticias, mostrando la “gran afluencia de público a los cementerios”, las “alegres cuentas del comercio” (con comercio se refieren por supuesto a las grandes empresas dueñas de farmacias, no a la señora Sandra), las tantas personas rezando con devoción a estatuas de yeso. No se habló del río sucio, de la ‘pichuleta’, de las falencias y amarguras que rodearon las muertes, ni del olvido que tendrán los protagonistas del día para “Pan y Circo” TV el resto del año.

Vender ante todo

Vender ante todo

El comercio ambulante es una práctica cada vez más común en Antofagasta. Con o sin permiso municipal, miles de personas de cualquier sexo o edad venden los más variados artículos comestibles u ornamentales. La fecha no importa. Lo importante, ante todo, es vender.

Por Stjepan Ostoic Papic

“Helado a cien, helado a cien”, vocifera El Fredy, frente a un mausoleo cercano a la entrada del cementerio General. Es mediodía en el cementerio y el calor azota a todos los deudos que pasean con el sol sobre sus cabezas y flores y tarros con agua en sus manos. El Fredy aprovecha el tránsito y el clima sofocante, sin viento alguno, para vender su mercancía en el Día de Todos los Santos. Tal vez, ellos le den suerte y prosperidad.

El Día de Todos los Santos, al igual que el Aniversario de Antofagasta y el Festival de Colectividades Extranjeras (más conocido como “las colonias”), se ha transformado en una instancia de lucro para numerosos comerciantes ambulantes. Helados, chicles, chupetes, papas fritas, bebidas, aguas minerales y muchos otros artículos conforman su arsenal. “Durante este año, hemos entregado cerca de 1.500 permisos a comerciantes ambulantes”, reconoce Alfredo Fuentes, encargado del Departamento de Rentas y Finanzas de la Municipalidad de Antofagasta. Los permisos entregados son provisorios, de tres o cuatro días, la mayor parte, orientados sólo para cubrir los días de festividad.

Sin embargo, algunos vendedores carecen de estos permisos, pero esto no implica para ellos un obstáculo. El comercio informal amerita la presencia en el cementerio General de Lucía Rojas, funcionaria del Servicio de Impuestos Internos (SII), quien junto a tres personas asesora la tenencia de permisos. Pasean durante horas alrededor de la improvisada plaza comercial del Día de Todos los Santos, con una libreta en mano y juntándose cada cierto tiempo para determinar la tasación que deberán pagar los comerciantes. “Beneficiamos a los que dan boleta”, indica la funcionaria, para luego acusar sus turnos de 24 horas todos los días del año.

Fuentes declara que sólo 15 permisos fueron entregados para el Día de Todos los Santos, a través del sistema clásico: carta al alcalde donde especifique el lugar deseado para trabajar, y la posterior revisión por parte de un equipo de asistentes sociales que acreditan o desacreditan al vendedor. Fuera de esos 15 permisos, el comercio es informal. “Todos los que venden choripanes, anticuchos o artículos piratas no tienen permiso”, asegura el encargado municipal.

Sin embargo, algunos vendedores ambulantes no sólo aprovechan las festividades para ganar dinero. Juan Toro, comerciante de la Plaza Colón, tiene 55 años y trabaja desde los 10 en la calle. Posee un kiosco de color azul con ruedas, donde junto a un quitasol toma asiento en una silla plástica y espera compradores.

“Este espacio me lo he ganado con el tiempo”, afirma, mientras asiente melancólicamente y agrega que carece de educación. Vendiendo en las calles, con su permiso municipal, ha sacado a su familia adelante, y sus dos hijos estudian hoy en la universidad. Observa su kiosco de juguetes, pilas y cables, diciendo que a su negocio le queda poco tiempo de vida. “La gente ha ‘embarrao’ el negocio” indica, explicando que compran a cualquier persona sin preocuparles si tiene o no permiso municipal. “Compran joyas y lentes en las calles, a las ‘salías’ de Ripley o Falabella…el comerciante joven es muy diferente, ‘picao’ a vivo. Nos echa el palo a ‘nosotro” (sic), culmina Juan mientras la gente pasa sin siquiera mirar su mercancía.

Luchito de la guarda

Luchito de la guarda

Cerca de las 10 de la mañana del Día de Todos los Santos, ya se siente un ambiente caluroso en Cementerio General, acentuado por el gentío que comienza a llegar poco a poco. En la parte alta del recinto se encuentran el matrimonio de José Valdebenito y Guillermina Fuentes, de 74 y 68 años, respectivamente. Pasan desapercibidos entre todas las personas y pareciera que el momento en que rezan fuese sagrado.

Por Javier Quezada

Ambos son jubilados y dedican su vida de tercera edad a participar en actividades de una caja de compensación y a recordar a su hijo Luis, quien falleció en un accidente automovilístico hace 10 años. Desde el día de su funeral sus padres van todas las semanas a visitarlo, en donde además de rezar, aprovechan de hermosear su lápida, la que está adornada por flores de diversos colores, una foto familiar que representa el recuerdo vivo, y pequeños mensajes escritos por amigos y parientes.

Lo característico de esta unida pareja es la dedicación que tienen para ir todas las semanas al cementerio, a veces van en días hábiles, aunque generalmente prefieren ir los domingos por la mañana. A diferencia de otras familias, para José y Guillermina el 1 de noviembre no representa una fecha más importante que otras. “Nosotros venimos a ver al Luchito durante todo el año y no necesitamos que sea un día especial para demostrarle nuestro cariño”¸ dice la mujer, quien lleva un rosario colgando de su cuello.

A pesar del evidente esfuerzo que despliegan para ir al Cementerio General, tomando una micro temprano en la mañana, desde el sector Coviefi y la posterior caminata hacia la zona alta del recinto, ellos no se vanaglorian de su sacrificio, sino que les parece algo “justo y necesario” por su hijo, como dice el mismo José, quien recordando la muerte de su hijo se lamenta de no haberlo llamado el día anterior del accidente porque les habían cortado el teléfono. “A veces pienso que estaría más tranquilo si me hubiese despedido del Luchito”, se lamenta el ex profesor.

Durante el rito religioso, uno de los rezos tiene una particularidad, el Ángel de la guarda, es modificado por Luchito de la guarda, lo que lejos de idealizar al único hijo de este matrimonio, refleja lo que Luis Valdebenito Fuentes fue en vida; un hombre de esfuerzo, que partió a trabajar a los 19 años a Chuquicamata. Mina en que aprendió a realizar un sinfín de labores, en uno de los viajes de retorno a su ciudad natal, Antofagasta, su vehículo, adquirido hace poco menos de un año fue impactado de frente por un camión. La muerte fue instantánea.

José y Guillermina dibujan una cruz imaginaria con el dedo sobre la lápida de su hijo y antes de emprender rumbo hacia la salida del cementerio se persignan. El regreso a casa es pausado y reflexivo, pero lleno de satisfacción, ya que en una semana más volverán a contarle a su hijo las felicidades y penas que sienten, porque aunque él no esté físicamente con ellos, sí lo está espiritualmente.



Si estuvieras aquí...

Cuando la pérdida de un hijo no se acepta
Si estuvieras aquí...
Para Pedro y María la vida se les ha convertido en recordar y dedicar todo su tiempo a sus hijos fallecidos.

Paulina Contador G.



Son las 13.47, el sol de mediodía seca los charcos de agua derramada por los floreros de los nichos del Cementerio General de Antofagasta. En cada esquina de los pasillos de este lugar, se encuentra un tarro grande y oxidado; y en ellos un centenar de flores secas y arrugadas. Huele a humedad, pero es soportable.

Un pasillo largo con baldosas color marrón; y el sol hace brillar algunos vidrios resplandecientes que iluminan los globos y serpentinas platinadas que lo decoran. Hay pequeñas tarjetas de invitación a un cumpleaños, el celebrado lleva por nombre "Carlitos", como le decía su papá. Carlitos se despertaba durante dos años, desde que nació, a las siete de la mañana; pero un día no despertó a esa hora ni tampoco las siguientes. Aquel jueves 4 de noviembre de 2004, era el cumpleaños de su padre y Carlitos no volvió a abrir sus ojos.

"Pa' mi los 4 de noviembre son el día de mi hijo, mi cumpleaños ya no existe", dice Pedro Mora, el padre. Desde la muerte de su hijo en el sueño, Pedro no ha sabido reponerse de aquella pérdida, al año de fallecido su único primogénito, se separó de su mujer; pues el dolor lo llevó a una gran depresión contra la que aún lucha.

Para el cumpleaños de Carlitos hay veinte invitados, entre de los que se encuentra Víctor, el menor de tres hijos de María de los Ángeles.

Desde hace diez años, María de los Ángeles, va al cementerio a limpiar y decorar con figuras y stickers de Disney el nicho de su hijo Víctor que ahora descansa después de haber luchado en su corta vida contra un cáncer al páncreas. A pesar del tiempo que ha pasado, María no acepta la muerte de su hijo.

No llora cuando habla de Víctor, pero su vista está perdida mientras conversa. El resto de sus hijos son profesionales y están felizmente casados, ella veía en Víctor la compañía que tendría hasta envejecer. "He tenido dos grandes pérdidas, la del papá de Víctor y Víctor".

María es cesante y sólo vive de una pensión por invalidez, después que en el año 95 le diera una "parálisis nerviosa", como ella dice. "No me gustaban los cementerios, pero desde que Víctor está aquí, este lugar se ha vuelto mi segunda casa", comenta mirando a su alrededor.

Para la psicóloga Jessica Ratinoff, está conducta es normal; pues el sueño y las expectativas que los padres se hacen al recibir un bebé en casa, son de gran magnitud, por eso es difícil asumir la pérdida de un hijo. "El comentario normal de un padre que ha perdido a un hijo, ya sea por fallecimiento al nacer o por otros motivos, es que los hijos deben ver morir a sus padres, y no lo contrario", comenta la psicóloga.

Son las 15.02, Pedro mira por última vez el nicho de Carlitos, se ve pensativo, pone su mano en el vidrio haciendo una señal de adiós, vuelve a quedarse de pie mirando la foto de su hijo. Toma rumbo a la salida, camina cansado, como si una mochila cargada de tanto dolor se hubiese instalado en su espalda. Se va sin mirar a la gente que va llegando en masa al cementerio.

María, se queda hasta que el atardecer empiece a llegar. Junto a su hermana y sobrinos conversan sobre temas triviales, se ríen, a veces hay silencio; pero María no deja de mirar hacia el mar. "Si el Víctor estuviera aquí, lo tendría en la playa ahora" dice, y su hermana le toma la mano.

Y el cementerio sigue recibiendo a la multitud que baja de microbuses y automóviles. El sol aún resplandece.

miércoles, 21 de noviembre de 2007

Cuando mueren los niños

Cuando mueren los niños

Perder un hijo siempre será una experiencia emocionalmente demoledora. Para los padres significa una muerte prematura, ilógica e injusta, ya que ellos no la contemplan de ninguna manera. La experiencia es terrible, no importa como haya sido, ni a que edad se haya producido; en este caso, siendo solamente bebés.

Por Wilson Ahumada

En el cementerio Parque del Recuerdo se respiran aires más puros, producto de la brisa marina, hay cierta humedad en el aire, y un ambiente más tranquilo que en el Cementerio General. En los dos existen padres que sobrellevan la muerte de sus hijos. Ambos usan diferentes formas para olvidar o apaciguar el dolor de la pérdida.

Temprano en la mañana, Enrique Jofré descansa en una silla ubicada bajo la sombra de un toldo instalado por la administración del Cementerio General. Aunque el cielo está un poco nublado, el aire se siente espeso y caluroso. Con un ramito de flores, él observa a su nieto jugar con las plantas de las floristas instaladas en las afueras del cementerio. Su nieto recibe retos y hasta algunos epítetos por parte de las vendedoras que tratan de apartarlo a un lado, para que no les estorbe en la venta de flores. Enrique se levanta, y toma de la mano a su nieto para emprender la caminata hacia la parte más alta del camposanto, donde está enterrado su hijo.

En el otro extremo de la ciudad, Javier Mora estaciona su automóvil en el Cementerio Parque del Recuerdo. Se baja del auto, y abre la puerta a su mujer quien sale cabizbaja. Compra un ramo de tulipanes. “Estas son para los angelitos”, dice Gloria Solís, esposa de Javier. Hace un poco más de un año, ellos perdieron a su hijo, luego de tenerlo en su casa solamente tres días. Al contrario de Enrique, Javier y Gloria gozan de una buena situación económica. Asunto que en realidad los apena, ya que quisieran compartir con alguien más esa buena situación. “Queríamos comprarle de todo al Lucianito, pero no pudimos”, dice Javier.

Dentro del cementerio General el aire se espesa aún más. La gran cantidad de gente acumulada no deja circular la poca brisa, y el ambiente se torna más caluroso. Pero a Enrique no le importa. Aunque ya tiene sus años encima, 69 años para ser exacto, sube a paso lento por el camino que lo llevará donde está su hijo. Su nieto se adelanta dando saltos, con el sudor corriendo por su espalda. Enrique trabajaba en Inacesa en 1973. El 11 de septiembre, planeaba ir temprano a la a la ciudad para hacer unas compras. “¡Bombardearon la moneda!”, se escuchó de la radio del furgón donde estaban sentados él y sus compañeros. Sólo algunos momentos antes, había sentido unos ruidos extraños a lo lejos. Se quedaron escuchando un momento más la radio antes de salir de la fábrica. “Yo no sabía na´, pero eran unos tanques que tenían rodeá la fábrica”, cuenta Enrique. Unos militares hicieron salir a todo el personal fuera de las instalaciones. “A mi me habían elegido hace poquito -4 meses- para ser síndico, así que me dio miedo”, relata.

Antes de bajar del furgón, sacó de su billetera la credencial de miembro del partido comunista y se la escondió en el calcetín. “Me la hubiera comido si hubiera tenido el tiempo” dice él. Los militares los revisaron, y los dejaron en el casino a todos.

En su casa, su hijo Cristian de seis días de vida lloraba, y su madre no lograba calmarlo. Quería llevarlo a la posta para que recibiera ayuda, pero afuera se escuchaban disparos y eso la asustaba. Cristian siguió tosiendo y llorando mientras su padre era retenido en el casino de Inacesa. Enrique llegó a la casa a las 6 p.m. con instrucciones de no salir a la calle, por lo que no puedo llevar a su hijo a la posta. Al siguiente día, el doctor de la posta central, consignaba que Cristian había fallecido a causa de una deficiencia respiratoria. Tal vez si es que Enrique hubiera estado antes en su casa, habría llevado a su hijo a la posta. Al menos eso es lo que él lamenta.

El pequeño Luciano

En junio del año 2006, Javier y Gloria se encontraban en su casa muy contentos por tener al nuevo integrante de su familia con ellos. Acababan de bañarlo, y Gloria quería tomar una ducha. Javier secaba al pequeño niño con cariño. De pronto, su hijo se tornó de un color morado. Javier le advirtió la situación a Gloria, y ella corriendo, bajó las escaleras para llamar a una ambulancia. “Todo fue inútil, en la ambulancia el Lucianito falleció” dice Gloria. Según el doctor de turno, la muerte fue efecto de una deficiencia cardiaca.

Enrique cuenta que luego de la muerte de su hijo se alejó bastante de su esposa. “Con la Iris de ahí no alejamos, y ahora, después de tantos años, casi ni nos hablamos”. Además piensa en su hijo de vez en cuando y se arrepiente de no haberlo llevado al hospital ese día. “Tenía que haber salido nomás, si mi hijo se estaba muriendo poh, eso es de lo que siempre me arrepiento”.

Javier y Gloria ni siquiera piensan en tener otro hijo. “Hemos tratado de viajar y distraernos, pero igual el recuerdo está presente” dice Gloria, seguramente la más afectada con la muerte de su hijo.

Según estudios, la madre es la que crea el primer lazo emocional con el hijo, y la pérdida de éste, genera en ella serias repercusiones. Javier y Gloria debieron ir al psicólogo varias veces, pero reconoce que a ella no le ha servido de mucho. “Ni siquiera queremos adoptar” dice Gloria.

El inquieto nieto de Enrique baja corriendo el camino del cementerio, se detiene, da algunos saltos, y sigue corriendo. No a muchas personas le agrada el pequeño niño como reconoce Enrique. “A lo mejor el Cristian hubiera sido igual de cominillo que él, pero yo lo hubiera querido igual nomás”, dice Enrique mientras trata de encontrar a su nieto entre tanta gente.

martes, 20 de noviembre de 2007

Negocio redondo

El lucro del “Día de todos los Santos”

Negocio redondo

La celebración del Halloween nació para marcar el final del año celta. Aquí existía apertura dimensional entre el mundo tangible y el de las tinieblas, en donde, no hay relación con la fiesta cristiana celebrada el 01 de noviembre.

Por: Piangella Obrador

El 01 de Noviembre es instancia reflexiva para los diversos individuos que asisten a contemplar a sus familiares fallecidos. Para muchos, este día es solemne; para otros un día más para “pasar la caña”, comercializar golosinas o simplemente ofrecer productos para los asistentes al Cementerio General.


María Papic es ex profesora de inglés en “The British College”, actualmente es dueña de casa. Muy pulcra, delicada y católica, no concibe el valor actual que tienen los jóvenes y niños respecto a esta ceremonia. Sus hijos nunca han participado ni de niños con un disfraz o actualmente -ambos son universitarios- en algún “carrete” de la noche antofagastina.


Lo que más existe es fiesta por doquier. Killer, Vox, Kamikazee, Máquina, entre otros, eran promovidos para quienes quisieran disfrutar el Halloween entre dulces truculentos y travesuras casuales. Ricardo Alarcón estudiante del “Liceo Mario Bahamonde Silva”, es católico; no por ello declinó participar en esta fiesta tan adoptada en nuestros cánones chilenos, calcada de los norteamericanos. Este joven, apela a disfrutar este día, después es feriado y se “pasa la caña” del día anterior. “Yo no voy al cementerio, no creo que visitando a personas muertas pueda sentirse más ligera la conciencia de no haberlos aprovechado en vida”, agrega.


El panorama tampoco cambia en las calles, las confiterías están cubiertas de carteles que lucran con la venta de golosinas, si los niños no reciben dulces pasan a tirar huevos o piedras a las puertas de los hogares. Para esta profesora de inglés, la celebración se ha desfigurado por completo, incita al vandalismo y al final ocurren destrozos lamentables.


“Siempre íbamos un día antes con mi familia a limpiar las tumbas, visitábamos a mis `nonos` y les rezábamos el rosario; les dejábamos flores y pasábamos todo el día en un ambiente de respeto”, dice. Y es que esta mujer de pelo largo y de aproximadamente cincuenta años no concibe la desvalorización de este día.


Juan Agustín Bravo tiene una perspectiva similar a la de María. Es sacerdote del Colegio San Luis y considera que el “Día de todos los Santos” es un recordatorio para ellos, la gente ve a sus difuntos y los cementerios se llenan.


Cree que el verdadero fin se ha perdido por la influencia extranjera que celebraba-originalmente- el “Halloween” marcaba el final del año celta. Aquí existía apertura dimensional entre el mundo tangible y el de las tinieblas, en donde, no hay relación con la fiesta cristiana celebrada el 01 de noviembre.

No todo es respeto y solemnidad


Las micros anunciaban en sus vidrios el recorrido al Cementerio General, la calle Andres Sabella acoge un vasto número de transeúntes a quienes acompaña el sol sobre sus espaldas, al igual que las frentes sudorosas de quienes recorrerían cada mausoleo.


Y las opciones de productos para apaliar un poco el fenómeno climático acaecido son diversas. Desde un vaso de Mote con Huesillo a $500 hasta lentes, poleras e inclusive sandalias.


“Querimos helados” (sic), grita una niña quien ha pasado toda la mañana en el cementerio. Al pasillo donde se encuentra concurre un comerciante quien le vende un helado a $150, hablamos de servicio express. Todos colaboran en mantener los sepulcros limpios, los padres llevan baldes de aguas y compran gran cantidad de flores –este año la docena valía $3.000- pidiendo una escalera que significaba $500 su arriendo para colocarlas, mientras que los niños se divierten observando o quitando elementos de su atención en los sepulcros abandonados.

Solemne consumismo

Feria dominguera abre el primero de noviembre

Solemne consumismo

Un día de reflexión y dolor para algunos, para otros una oportunidad de ganancia

Por: Geraldine Thenoux

Un montón de rostros con respeto en sus miradas caminan con paso retardado frente al Cementerio General de Antofagasta, sin darse cuenta observan los puestos florales y tratan de escoger las adecuadas para el ser querido que no logran olvidar. Siguen su camino y encuentran, no solo vasos para las flores por un buen precio, sino que “¡sandalias para las señoritas y calcetines para la guagua!” expresión gritada por Rodrigo Jara, un vendedor ambulante que llama la atención de su femenina clientela otorgando sonrisas por doquier. Al lado, se encuentran las tías del “mote con huesillos” junto a los bandejones de chocolates y dulces que entusiasman a todos los niños del sector, los que piensan que se trata de cualquier domingo o festivo familiar. Al fin y al cabo, es en lo que se convierte.

El contraste de gente que vende por necesidad de sobrevivir aunque sea en un acto de respeto, y gente que no observa, sino que siente su dolor por encima del mundo real, existe en esta ciudad dividida en dos partes, la de los vivos y la de los muertos, visitada por los vivos que los tratan como si todavía siguiesen entre ellos.

Gente adornando sus mausoleos, nichos y tumbas de forma característica según su procedencia como es el caso de los marinos con sus anclas en los pisos, de niños con juguetes enjaulados pero llenos de colores llamativos o de algunos nichos donde cuenta la leyenda de maldiciones oscuras dadas a la familia Camus que murió de forma secuencial y sin descendencia en el año 1905. Cuál de todos más llamativo y pintoresco, que se observan como dentro de un museo desde el más allá.

Un día de reflexión y dolor para algunos y oportunidad de ganancia para otros, se transforma en un círculo vicioso entre gente que tiene diferentes razones para ir, pero se unen al final por una sola causa en general, solo que la mayoría pasa sin mirar lo que hay detrás de cada rostro. Como el caso de la señora Juanita Pereira, sentada al costado derecho de la entrada principal, con la expresión dura y un mirar perdido, cuenta que perdió al amor de su vida y aún así, debe recurrir a vender vasos para poder mantenerse.

El consumismo de un feriado solemne que más parece feria dominguera, donde los mercaderes no ven el dolor ajeno, ya que lo primordial es vender para poder sobrevivir la miseria que afecta constantemente a un sector mayoritario en la zona norte de la ciudad de Antofagasta y buscan la mejor ocasión, en este caso, un día solemne como éste, el cual es considerado por una parte importante de chilenos que aún mantienen vigentes las tradiciones católicas de antaño.

Esos santos paganos que cumplen

Las creencias de los antofagastinos no están precisamente en la Iglesia

Esos santos paganos que cumplen

Brayan, un pequeño milagro, se salvó de bronconeumonía hace unos meses. Sus padres agradecen ¿A quién? A Elvirita Guillén, una santa popular.

Por Marcela Torres S.

En un ambiente caluroso, la gente transita sin notarlo. Se dirigen a las tumbas de sus seres queridos, para visitarlos en el día de todos los santos, pero también pasan a otras, donde yacen los santos paganos. Esas tumbas que están ralladas, adornadas estrafalariamente, pero no por faltarles el respeto, sino que es por demostrarles su fe. Mucha gente cree en ellos y saben porqué lo hacen.

“Conozco a Elvirita hace dos años, sólo porque me llegó el rumor”, declara Michael Franco, en el momento que está frente al pequeño mausoleo, junto a toda su familia, dispuesto a entrar en él y cumplir con su visita mensual. Sus dos pequeñas hijas, inquietas por jugar, corren por el pasillo, mientras su madre las persigue para que dejen de hacer ruido. Pero su creencia no es simple, la razón es una: su hijo.

Elvirita, llamada tiernamente por quienes la siguen y veneran, está enterrada en el cementerio dos, en la calle principal. Es una de las tantas santas paganas que tiene gran popularidad en Antofagasta y que cumple deseos de amor, salud y trabajo. Los que conocen su historia son los creyentes, porque las autoridades no se han preocupado por averiguar. Todo ha sido iniciativa de la gente que la visita, desde la construcción de su mausoleo en 1956 hasta las flores y adornos que hoy la acompañan. Unos cien agradecimientos colocados alrededor de su nombre, dan cuenta de la popularidad y la efectividad que le otorgan las personas a sus milagros.

El más pequeño de los hijos del matrimonio Franco tiene un año, y está en brazos de la suegra de Michael. Es por él que la creencia en Elvirita creció más a mediados de este año. En el mes de julio, Brayan enfermó de bronconeumonía. Hospitalizado, grave, con pocas posibilidades de recuperarse, el pequeño estaba cada día peor. Sus padres tomaron una decisión categórica: lo sacaron del hospital y lo llevaron al cementerio dos, al mausoleo de la Elvirita Guillén. Elva, su madre, confiaba en que esta santa podría sanarlo. “La Elvirita lo sanó, por eso está con nosotros”, asegura. Y así fue, a la semana después se había producido un inesperado milagro, Brayan había superado la crisis, se encontraba estable y casi no había rastros de la bronconeumonía.

El cuidador del cementerio, dice no conocer la historia y afirma que “no le gusta dar entrevistas”, pero asegura que ella es muy visitada. Muy pocas veces no va nadie a verla. La congregación que le reza todos los viernes es multitudinaria, solamente mujeres la conforman. Otro de los cuidadores del cementerio, dice que regularmente van dos o tres familias los días laborales, pero que los fines de semana concurren más.

“Nosotros visitamos a Juanita, a Evaristo y a la Elvirita”, dice Michael, mientras mira con regocijo el mausoleo en donde yace la “santa” que salvó a su hijo. Ellos tres son los santos paganos más conocidos y venerados en Antofagasta. Ya rezó, y también colocó una vela entre las otras que se consumen. Su visita mensual llegó a su fin y ahora se despide de la santa junto a su familia. Hay más gente esperando en la entrada.

El párroco José Cereceda, cree que estas creencias no son parte del catolicismo, ni tampoco es aceptado. “Creencias paganas, la gente está segura que esos milagros son por esas supuestas santidades”, afirma. No todos los que, según la gente, cumplen las peticiones son santos.

Entran y salen devotos. Las escaleras de cemento y la pared roja que alberga su tumba, está repleta de rayados, corazones rellenos con “Alexa y Víctor” y otros nombres de parejas que han pedido deseos a Elvirita. El piso del sitio esta sucio, con tierra, donde se marcan las pisadas de la gran cantidad de personas que ha llegado allí a cada hora de la mañana.

Ingresa alguien, y coloca una vela entre la gran cantidad que ya hay. La imagen de una virgen negra y un Jesús de iguales características dan la bienvenida a la muchacha que acaba de entrar. Un centenar de flores y agradecimientos por los deseos cumplidos, dan cuenta de la popularidad de esta mujercita. “Te pido que cuides a mi familia”, “Vitoko, te amo”, son algunas de los grafittis que están escritos en las paredes de la pequeña sala. Un banco al costado es usado por la niña, y comienza a rezarle a la santa. Su concentración da cuenta de que el ruido de afuera no le estorba, aún cuando en la escalera ya hay gente apiñada para entrar. Se para, se percina y se va. Vuelve a entrar más gente a la tumba, a pedir y a mirar la lápida de aquella niñita que cumple deseos y hace milagros de amor.

La historia de los inmigrantes Chinos que terminaron en fosas comunes

Entre las ciudades que trabajaban estos extranjeros están las de Arica, Iquique, Tocopilla, Antofagasta y las oficinas mineras del interior del norte de Chile

La historia de los inmigrantes Chinos que terminaron en fosas comunes

Por: Francisca Jacob Castillo

Entrada del cementerio, un esplendoroso sol cubre las cabezas de cientos de visitantes, que con ánimo vivaz avanzan hacia los mausoleos respectivos. Se puede oler casi de manera automática las flores secas, el barro húmedo y el polvo acumulado por todo el cementerio, sin contar que a pesar de esto, el ambiente es de alegría, y de recuerdo. Así, entran familias completas al cementerio, provistos de escaleras, escobas, y flores para limpiar y decorar las tumbas de sus difuntos.

Caminando por el cementerio, entre cemento y tierra, se encuentra por la entrada principal a mano izquierda, casi en la entrada, un mausoleo muy particular de la Asociación de Peluqueros de Antofagasta, la que contiene 32 tumbas. Dentro de ellas se encuentran peluqueros provenientes de China. Inmigrantes que llegaron a nuestro país cuando se embarcaron en un viaje que duraba aproximadamente de 3 a 4 meses entre los años 60 y 70, los que llegaban a la ciudad de Valparaíso para ser posteriormente derivados al norte y ser capacitados en cursos de peluquería.

Las malas condiciones laborales, los malos tratos por parte de los dueños de las salitreras marcaron una etapa dentro del movimiento sindicalista chino, las que se vieron reflejadas en el descontento de los inmigrantes y mas aún por el bajo salario que solo podía ser utilizado en la salitrera misma en la cual trabajaban.

Tsin Tse, es uno de los miles de trabajadores proveniente de la ciudad de Baotou que vivieron estas injusticias dentro de la salitrera Chacabuco, que con mucho esfuerzo pudo traerse a su numerosa pero humilde familia de ese oriental país con el objetivo de darle una mejor calidad de vida. Cuatro fueron los meses que éste hombre soportó junto a su familia las inclemencias del tiempo, el hambre, el frío, solo por llegar a su punto de destino: Valparaíso, para comenzar recién una vida que no le sería tan fácil como imaginaba.

Para poder alimentarlos debía trabajar arduamente, pero como el estado chino no podía proveerles de estos beneficios, la única alternativa mas viable era salir del país, a uno donde hubiera trabajo.

El Estado chileno los esperaba esa calurosa tarde de verano cuando miles de inmigrantes esperanzados bajaban de aquel barco con la frente en alto, con las ganas de surgir y salir adelante. No entendían lo que se les decía, ni lo que los oficiales les ordenaban, solo seguían al montón que subían a los camiones sin saber para donde serían llevados y que harían con ellos.

Esta familia fue llevada a la oficina salitrera Chacabuco, les dieron una casa que a propósito no era muy buena, les enseñaron cómo cortar el pelo para que trabajaran en la misma. Con el tiempo fue aprendiendo el idioma y costumbres. Pero nadie les dijo que tendrían una vida asegurada, de hecho no fue así, sino que basada en penurias, tanto así que sus propios hijos tuvieron que trabajar dentro de la salitrera para poder subsistir, sin poder salir de la pobreza en la que estaban envueltos. Tsin Tse jamás alcanzó su objetivo, tenía una enfermedad terminal que lo llevó a la muerte con un poco más de 78 años.

El estado chileno lo sepultó en esta Asociación de Peluqueros ubicado en la ciudad de Antofagasta, que al poco tiempo fue derivado a una fosa común por no pagar el uso de este mausoleo. El caso de Tsin Tsen es una de las tantas historias que sufrieron los inmigrantes, no solo chinos, que llegaron a nuestro país en busca de mejores oportunidades, que no alcanzaron. No solo las historias de miserias, hambre e injusticias como las de Tsin Tse se vivieron en la época de los 60 y 70.

lunes, 19 de noviembre de 2007

Carretera de seguros


Cómo la vida cambia cuando no existe un plan B.

Carretera de seguros

¿Cómo vivirían ahora? Esa fue la primera pregunta que se hizo la familia Chau ante la pérdida del padre. Lo primero a lo que acudieron fue ver si existía algún seguro que los respaldara, por lo visto no lo había.

Camila Cordero Chau.


Cada primero de noviembre la familia Chau Yañez, visita el mausoleo familiar ubicado en el cementerio número dos de la ciudad de Antofagasta. Dos días antes de esta fecha, hace 28 años, Arturo Chau López sufrió un accidente en la ruta 5 Norte camino a Illapel, pasado los Vilos. Hijo de Guillermo Arturo Chau Ly, empresario ganadero de gran nombre en la cuidada de Tocopilla.

Debido a distintas circunstancias, como mal manejo del dinero, deudas, entre otros. Arturo Chau López debió manejar un camión para sustentar a su familia. El 30 de octubre de 1979 caminó hacia Santiago, transportando toneladas de piedra onix, Arturo sufrió un grave accidente, falleciendo en el lugar. Es en ese instante en donde por la cabeza de todos el mismo pensamiento los invadió, ¿Cómo vivirían ahora? Hoy en día los accidentes de tránsito han aumentado. Según datos de Carabineros en Chile, en el país mueren alrededor de 1.700 personas cada año en siniestros de tránsito, si bien esta cifra va en aumento muchas de las familias afectadas por estos accidentes no poseen seguros de vida, o ahorros con los que contar. Esa es la realidad de un Chile pocas veces asegurado y precavido.


La historia de Dory Yañez está llena de altibajos, perteneciente a una familia humilde en Tocopilla tuvo la oportunidad de conocer a una familia de inmigrantes de buena situación, los Chau Lopez, quienes a través de su empresa importadora y exportadora de ganadería, lograron formar su fortuna. Su estabilidad económica como también la agotadora labor que tenía como madre de seis hijos, hizo que la señora Dory no se preguntara sobre cómo su esposo ocupaba su dinero y si éste estaba guardando alguna parte de él en alguna compañía de seguro ocupándolo en alguna inversión.

Hoy pese a las múltiples compañías de seguros existentes, todavía existen familias que por desinformación no son afiladas a una empresa de seguros, parte de ello es por la poca cobertura que estos tienen y al acceso, que para muchos es de mucho dinero, en el caso de la señora Dory fue sólo desinformación.

¿Cómo vivirían ahora? Esa fue la primera pregunta que se hizo la familia ante la pérdida del padre. Lo primero a lo que acudieron fue a ver si existía algún seguro que los respaldara, por lo visto no lo había, solo un seguro básico entregado a Arturo por ser empleado público como transportista, de un monto equivalente a los 90 mil pesos, los cuales hasta el día de hoy siguen llegando.

Claudia Gutiérrez, ingeniera comercial de ING, afirma que la mayoría de las familias hoy en día están más informadas de los seguros que existen en el mercado, pero recalca que todavía existe gente que no está afiliada a ninguna empresa, o si lo están éstas no cubren de buena manera cualquier posible circunstancia que invalide el ingreso de la familia por pérdida del benefactor de ésta.

Ante la necesidad, la familia Chau López debió cursar grandes penurias, como vender los bienes que poseían, la señora Dory tuvo que vender sus joyas, y dos de los seis hermanos debieron renunciar a sus carreras universitarias, para que los demás hermanos que llevaban mas tiempo estudiando pudieran terminar sus estudios.

“La mayoría de la gente hace unos años atrás peco de desinformado” asegura la ingeniera. Las circunstancias de la época del 70 no eran muy buenas, y mucha de la gente que tenía recursos se los fue formando en la época salitrera, sin mucho conocimiento de cómo resguardar su dinero, ya sea en inversiones o en seguros.

“La pasamos muy mal”, apenada comenta Dory , sobre las difíciles circunstancias que debieron pasar para sobrellevar a esta familia. De un día para otro me quedé sin nada, esperamos que la gente a la que mi esposo ayudó nos devolviera la mano, pero nunca aparecieron, y todo esto nos pasó por no ser más precavidos.

Es así como todos los años la familia sigue visitando el mausoleo, como también lo seguirán haciendo los años que viene. Aunque el tiempo ha pasado el dolor sigue vislumbrándose tras sus miradas alojadas en la tumba de su padre y esposo. Para muchos, Arturo Chau López, fue un total desconocido, sin merito de reconocimiento. Pero para su familia sigue siendo el hijo de un gran personaje de Tocopilla quien hizo mucho, pero que no recibió nada.


Depresiones que terminan en suicidios

La persona ve la muerte como única vía de escape a sus problemas

Depresiones que terminan en suicidios

Problemas económicos, familiares, laborales y amorosos, figuran entre las principales causas de depresiones leves y moderadas que pueden tener un desenlace fatal.

Por: Claudia Vallejos V.

Son las 12 del día y toda la familia Ortiz Zárate concurre al cementerio de Antofagasta, como todos los primeros de noviembre desde hace 5 años. La razón es que aquí descansa el primogénito de la familia, Luís Rodrigo Ortiz Zarate, quién se suicidó, el 29 de diciembre del 2002.

Luís Ortiz tenía 27 años cuando tomó la decisión de terminar con su vida, era casado y tenía dos pequeños hijos, con quienes mantenía una excelente relación, trabajaba como contador y administrativo en una empresa de fabricación de containers para las empresas mineras. “Nunca supimos porque lo hizo”, indica Andrés Ortiz, hermano de Luís, quien asegura también que su hermano no tenía problemas de depresión, ni ninguna razón aparente que motivara tal decisión.

El joven se suicidó utilizando el cordón de sus zapatos, en un sitio eriazo de la ciudad. Y a pesar de los rumores que decían que Luís había sido víctima de un homicidio, la familia decidió no investigar mas allá y confiar en la información que les proporcionó policía de investigación que afirmaba que el joven Ortiz se había suicidado.

Según la psicóloga Loreto Vallejos, la mayor parte de los suicidios se producen por depresiones en grados leves o moderados, producidas por problemas económicos, familiares, amorosos, laborales, entre otros. La persona ve el suicidio como única vía de escape a sus problemas, al no ver en ellos solución alguna. Sin embargo hay quienes que, teniendo los mismos problemas, son capaces de ver más allá de ellos. “No todas las depresiones causadas por estos factores, terminaran en suicidio”, asegura la psicóloga.

Quienes padecen depresiones severas, que no les afecta en su vida diaria y que son más visibles a simple vista, no recurren generalmente al suicidio, porque no poseen voluntad para nada, menos para atentar contra su vida. No así las depresiones severas y leves que sí pueden terminar en tragedia, y como pasan casi desapercibidas antes los ojos de quienes rodean al afectado, se hace difícil prevenir una situación de esta envergadura, como ocurrió en el caso de Luís Ortiz.

“Después de esto la familia se vino abajo”, se lamenta Andrés, y afirma que la muerte de su hermano en vez de unirlos más como familia, los separó. “Mis padres comenzaron a culparse, por la muerte de su hijo y mi mamá cayó en una depresión que hasta hoy no puede superar”, comenta emocionado.“Cada uno vivía su dolor por separado”.

“El sentimiento de culpa, es normal entre quienes rodeaban a la persona”, comenta la psicóloga. Cada persona cercana a la fallecida debe vivir su duelo, que durará al menos unos meses. El sentimiento de pérdida obliga a la persona a reordenar y volver a canalizar la energía que se le daba a la persona que ya no está. Esto es un proceso y como tal, es paulatino. Además todas las personas son distintas, por lo tanto cada una tiene su forma particular de vivir el duelo.

Los cinco hermanos Ortiz Zárate, sus padres, la esposa y los hijos de Luís, limpian y dejan flores en la tumba del joven. Después de cinco difíciles años han logrado aceptar, pero no así entender del todo la drástica decisión que tomó el mayor de los Ortiz aquel 29 de diciembre.

Mantención sin mantención

Deudas siguen después de la muerte

Mantención sin mantención

Seis familias reclaman contra el sistema de limpieza del Cementerio General

Por Catalina R. Aparicio Núñez

Como cada uno de noviembre, desde hace siete años, la señora Maria Gutiérrez y su hermana Josefa, llevan un multiuso y dos paños, ambos color naranja, para hacer limpieza del nicho de su hija y sobrina Maria Martínez, quien murió de cáncer de mama a sus tempranos 29 años de edad.

El ceño fruncido de la madre se hace notar, cuando se refiere a la mantención que debería como dice ella, hacer el cementerio. Con un trabajo de nueve horas al día en una lavandería del centro de la ciudad, Maria gasta un cuarto de su sueldo en la mantención del nicho de su hija, lo que desde hace ya tres años le parece que ese dinero es un regalo para el cementerio, ya que éste, ha dejado de hacerse cargo de la limpieza del lugar de reposo de su hija.

Madre y tía junto a seis familias más, tomaron la decisión el año pasado de hacer un reclamo formal a la institución la que se defendió diciendo que Antofagasta es una ciudad con muchos vientos y por más que se limpien las tumbas y nichos, estos se vuelven a ensuciar a los pocos minutos.

“Morirse sale caro, pero yo hago todo el sacrificio para que mi hija tenga lo mejor y por eso encuentro una hipocresía que el cementerio haga una supuesta limpieza solo para estas fechas”, comenta la madre. También agrega que los nichos mas sucios son los que se encuentran en el nivel más bajo y los de niveles más altos, y esto se debe, según ella, que los señores del aseo son bastante mayores y sus cuerpos ya no están para esos trotes.

Josefa, la tía de la difunta, luego de rezar un Padre Nuestro comienza a hablar con su sobrina como si ésta se encontrara sentada junto a ella. Primero le pide disculpas por el nicho polvoriento, explicándole que no pudo ir un día antes ya que estaba en el hospital esperando el nacimiento de su segunda nieta, la que nació en la madrugada del uno y la madre decidió llamarla Maria en recuerdo a su prima.

“El cementerio hace el trabajo como corresponde, pero siempre habrá gente inconforme con lo que hacemos”, explica Álvaro Jordán, jefe de limpieza del cementerio, quien tiene 53 años y explica que a pesar de su edad y sus achaques físicos, sigue haciendo la limpieza de los nichos y tumbas como se debe.
Los familiares de Maria, dicen que seguirán insistiendo en que las tumbas sean limpiadas a diario, ya que es el lugar donde reside ahora ella reside, y esperan algún día no volver al cementerio con más productos de limpieza, “son más bonitas las flores”, comenta Josefa.

martes, 13 de noviembre de 2007

Siempre es difícil llevarles una flor

La administración del cementerio general de Antofagasta está molesta por la morosidad en el pago de los nichos

Siempre es difícil llevarles una flor

Los familiares se sienten agobiados cuando deben visitar a sus deudos y se encuentran con la terrible sorpresa de que han sido arrojados a las fosas comunes

Por Jimena Herrera M

El 1 de noviembre no es una fecha más para Luisa Cordero (45), quien perdió a su madre mientras ella se encontraba viviendo en Bolivia. No alcanzó a llegar a los funerales porque en ese momento hubo una huelga que cerró los caminos y le impidió el paso. Luego de 25 años regresó a Antofagasta y se encontró con una triste sorpresa, su madre no estaba en ningún sitio del cementerio, ni tampoco en una fosa, sino que su cuerpo ya había sido cremado hace 3 tres años. Hoy siente el peso y el cargo de conciencia por abandonar a su suerte a quien le dio la vida.
La historia de Luisa es una más entre todas las que se pueden rescatar el día que conmemora a todos los difuntos, siendo una fecha significativa para la comunidad, porque trae a la memoria colectiva los recuerdos de sus familiares que ya no son parte de este mundo y que esperan una flor cada año.

Sin embargo, ya no es suficiente llevar solo una flor, sino también pagar cada 5 años el lugar donde habita quien tanto queremos, el nicho. Las cuentas pendientes en el sistema de arriendo se hacen un gran problema para los administradores del Cementerio General de Antofagasta, quienes deben dar la orden de exhumar los cuerpos y dejarlos en una fosa común, porque sus familiares no han cancelado a tiempo. Esta práctica deja perplejas a las personas que visitan los restos de sus seres queridos al encontrar en la entrada del cementerio una lista que lleva el nombre de quien tanto apreciaban y amaban en vida. Cuesta imaginar la magnitud del sentimiento que provoca en la gente pensar que sus familiares serán llevados a una fosa, porque por sus mentes transitan los pensamientos más dolorosos, el solo hecho de sentir que ya no tendrán un lugar digno para descansar en paz y sobre todo porque no habrá un lugar donde visitarlos, quizás tan solo de manera simbólica podrán recordarlos.

Alejandro Gaitan, encargado de las sepultaciones, exhumaciones, limpieza de tumbas y traslado de cuerpos a las fosas, asegura que es un trabajo psicológico, con una carga emocional bastante fuerte. Sobre todo cuando debe hacerse cargo de cadáveres de infantes cuyos familiares no han cancelado sus deudas y tiene la obligación de sacarlos de sus tumbas. “Lo que más me ha impactado es tener que exhumar el cuerpo de una guagüita, son tan indefensas, eso parte el alma y uno pierde el control”, manifiesta con tristeza.

Sin embargo, el panorama no es tan negro, el mausoleo de la comunidad helénica de Antofagasta se encuentra en perfecto estado, con todos los pagos al día y al cuidado de muchas personas que intentan mantenerlo limpio. Demóstenes Karapas Sierra, miembro de la colectividad griega, explica que, existe un respeto inmenso por sus compatriotas, independiente que sean familiares directos o no. “Si alguien no ha pagado sus cuentas, más de uno se encargara de hacerlo”, afirma.

Además de los problemas administrativos y de mantenimiento en el cementerio, la emotividad también está presente este día. El caso de Pedro Cisternas es el que mejor refleja esta sensación de tristeza. Él carga con un gran dolor en su alma, tras haber perdido a su pequeño hijo de 5 años, quien murió de leucemia. Al contar el relato sus ojos se inundan de lágrimas y forman un charco bajo sus pies. “Es algo que nunca se supera y siempre es difícil traerle una flor”, expresa entre sollozos desgarradores.

El cementerio guarda entre sus tumbas el polvo olvidado, el silencio roto y estéril. La muerte tiene un aroma singular, es una fiesta de colores que inundan el cielo, los Ángeles que vigilan cada nicho, cada mausoleo, antiguo y salpicado por los años, carcomidos por las horas y el viento del desierto, erguidos en la soledad, expectantes a la corrosiva y misteriosa muerte.
Los deudos olvidados en las horas, en las campanas de la risa, en la quietud de un parque, en el aroma a flores. La sequedad de las voces hablan a través de las piedras como si fuesen violines rotos, mientras tanto las luces de colores, colores santos giran en el espacio. Los visitantes llevan en sus ojos la tristeza de la despedida, del vivir sin ellos y acostumbrarse a sentirlos en una flor y en una lágrima que brota tímidamente y cae sobre sus lapidas o sobre una fotografía gastada.